La furgoneta de un asociado hacía un ruido extraño por lo que éste decidió llevarla al taller a que le explicasen cuál era el problema y el vehículo fuese reparado. Los mecánicos le explicaron que era un problema del motor y lo solucionaron en unos pocos días. Un mes después volvió a oír el mismo ruido, lo volvió a llevar y le dijeron que se trataba de un problema originado en la suspensión. El titular del vehículo, aunque algo extrañado, decidió fiarse de los profesionales del establecimiento. Mes y medio más tarde volvió a ocurrir lo mismo aunque en esta ocasión le dijeron que el problema estaba originado en la transmisión. Finalmente, tuvo que llevar el vehículo al taller hasta en cinco ocasiones. En todas ellas, el problema era distinto pero nunca acababa de solucionarse. El afectado acudió a Irache desde donde reclamaron la devolución de las facturas y en el taller devolvieron el importe de los trabajos realizados, que ascendía a más de setecientos euros.